Justo un año después retornamos al arroyo estacional que accede al Embalse de Pedrezuela por el sur. El ambiente nocturno es magnífico, templado y sin el viento que ha despejado las nubes de la tarde. Sin embargo apenas se escuchan los cantos de los anfibios en la aproximación: la razón es su escaso número, apenas 8 machos de Bufo calamita dispersos en los varios centenares de metros que agrupa el recorrido. Y éstos, huidizos y desconfiados, retroceden y se escabullen bajo el agua apenas asoman nuestros frontales.
Las tribulaciones de una pareja de aprendices de biólogos en nuestra campaña de seguimiento de poblaciones de anfibios y reptiles
lunes, 20 de marzo de 2017
domingo, 12 de marzo de 2017
Primera jornada 2017
Esta temporada comenzamos los recuentos por la charca efímera en lo alto de la colina que domina el embalse, y que a estas alturas estaba seca y desolada. Sin embargo, unos familiares cantos nos desviaron hacia un cercano arroyuelo, mísero, apenas un cordón de agua, donde topamos con el primer ejemplar de Sapo corredor.
El arroyo que desemboca en el río Guadalix por el sureste estaba bajo de nivel. Quizás las fechas tempranas aún retienen a las futuras parejas de los 14 Bufo calamita y 5 Bufo spinosus que aguardan ya en su ribera.
Ciertamente otras parejas habían hecho ya sus deberes pues hallamos seis puestas, tres de ellas con las larvas ya libres de la envoltura gelatinosa.
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